jueves, 29 de enero de 2009

la chica perfecta a l 100%

ahi les dejo esto k sta bien chidito ojala les guste es para conquistar a una chica si no saben como decirselo jejeje

Encuentro con la chica perfecta al 100% en una clara mañana de abril

Haruki Murakami
Trad. Mario Carranza Díez

En una mañana clara de abril me crucé en un callejón de Harajuku[1] con la chica perfecta al 100%. No se puede decir que fuera guapa, ni tampoco que llevara un vestido bonito. La parte de atrás del pelo se le rizaba como si se hubiera acabado de levantar. Tendría unos veintitantos años. Sin embargo, cuando estuve a menos de cincuenta metros lo supe con certeza. Para mí, ella era la chica perfecta al 100%. En el momento en que la vi mi corazón empezó a latir descontroladamente y la garganta se me secó tanto que parecía un desierto. Quizás tú también tienes un tipo de chica ideal. Por ejemplo, las chicas con los tobillos delgados o las chicas con ojos grandes no están mal. A otros, les encantan las chicas con las manos bonitas o, no me preguntéis el porqué, las que comen despacio. Ese tipo de cosas. Por supuesto, yo también tengo ciertos gustos. Por ejemplo, alguna vez, en un restaurante, me he quedado prendado admirando la nariz de la mujer sentada en la mesa de al lado.

Sin embargo, a la chica perfecta al 100% no se la puede encasillar en un grupo. No recuerdo cómo tenía la nariz, no, más bien es que no recuerdo si ni siquiera tenía nariz. Lo único que recuerdo es que no era una “belleza”. Es todo un misterio.

- El otro día me crucé por la calle con mi chica perfecta al 100%.- le digo a alguien.
- ¡Vaya! – responde,- ¿Era guapa?
- No, no exactamente.
- Entonces… ¿era tu tipo?
- No me puedo acordar. No recuerdo cómo tenía los ojos ni si tenía los pechos grandes o pequeños. La verdad es que no me acuerdo de nada.
- Qué raro.
- Sí, qué raro.
- Y en ese momento, -me dice él con aire aburrido- ¿hiciste algo?, ¿hablaste con ella?
- No hice nada. –le digo- Tan sólo nos cruzamos.

Ella caminaba de este a oeste, yo caminaba de oeste a este. Hacía una bonita mañana de abril.

Pienso que debería intentar hablar con ella aunque sólo sea durante treinta minutos. Me gustaría preguntarle cuáles son sus aficiones, querría contarle las mías. Me gustaría comprobar si el habernos cruzado en un callejón de Harajuku ha sido cosa de los vaivenes del destino. Me gustaría que compartiéramos un secreto, un secreto cálido como un viejo reloj construido en tiempos de paz. Mientras decíamos estas cosas iríamos a comer algo, veríamos una película de Woody Allen, luego iríamos al bar de un hotel, beberíamos un cocktail y, si todo saliese bien, quizás después me acostaría con ella. La posibilidad llama a la puerta de mi corazón.

La distancia entre ella y yo ya se había reducido a menos de quince metros. Y ahora, ¿cómo debería de hablarle? Le diría:
- Buenos días, ¿podría hablar con usted aunque sólo sean treinta minutos?
Queda fatal. Parezco un vendedor de seguros.
- Perdone, ¿sabe si por aquí hay alguna lavandería abierta las 24 horas?
Esto queda peor todavía. Para empezar no llevo ninguna bolsa con ropa. ¿O quizás es mejor hablarle con total sinceridad?
- Hola, eres mi chica perfecta al 100%
Seguramente ella no me creerá al principio. Y aunque ella me creyera quizás no querría hablar conmigo. “Para ti yo seré la chica perfecta al 100% pero para mí tú no eres el hombre perfecto al 100%”, puede que diga esto. Si me da esta respuesta sin duda me dejará en plena confusión. Yo ya he cumplido los 32 y no podría recuperarme del shock. Ser viejo es lo que tiene.

Justo enfrente de una floristería me cruzo con ella. Una cálida ráfaga de aire toca mi piel. En el pavimento de asfalto el agua forma pequeños charcos. Por algún lado se siente un olor a rosas. No me sale ni una palabra. Ella lleva un suéter blanco y en la mano derecha un sobre cuadrado sin sello. Le había escrito una carta a alguien. Tiene los ojos tremendamente soñolientos. Quizás ha pasado toda la noche escribiendo esa carta. Dentro de ese sobre quizás se encuentran todos sus secretos. Camino unos pasos y me giro. Ella ya había desparecido entre la muchedumbre.

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Por supuesto ahora sé qué es lo que le tendría que haberle dicho en el momento en que nos cruzamos. El problema es que hubiera sido demasiado largo, no me veo capaz de contarle todo en ese momento. Lo que me viene a la cabeza no es nada útil en esa situación. Aún así, lo que le hubiera debido confesar empieza por “Hace mucho tiempo” y termina con “¿No crees que es una triste historia?”

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Hace mucho tiempo, en cierto lugar había un chico y una chica. El chico tenía dieciocho años, la chica dieciséis. No se puede decir que él fuera especialmente atractivo ni que ella fuera extremadamente guapa. Un chico y una chica normales y corrientes, de los que se pueden encontrar en cualquier sitio. Pero tanto él como ella creían firmemente que en algún lugar del mundo se encontraba su chico y chica perfectos al 100%.

Un día, por casualidad, se encontraron el uno al otro al girar una esquina.
- ¡Qué sorpresa! Te he estado buscando desde hace muchísimo tiempo. Puede que no me creas pero tú eres mi chica perfecta al 100%. –le dice el chico a la chica.
Y ella le dice a él:
- Tú también eres mi chico ideal al 100%. Eres justo como te había imaginado. Es como si estuviera soñando.

Los dos se sentaron en un banco del parque y hablaron sin descanso durante un largo rato. Ya no estaban solos. ¿No es increíble que uno busque a su media naranja y, a su vez, esa persona también te haya estado buscando? Sin embargo, una ligera (muy ligera) sospecha cruzó sus corazones. Nuestro sueño se ha cumplido tan fácilmente… ¿crees que eso es bueno?

En una pausa en la conversación el chico dijo así:
- Oye, probemos otra vez. Si es cierto que nosotros somos la pareja ideal al 100% seguro que en otro momento y en otro lugar nos volveremos a encontrar. Entonces estaremos seguros de que de verdad estamos hechos el uno para el otro y nos podremos casar, ¿qué te parece?
- Me parece bien. –dijo ella.
Y entonces los dos se separaron.
Pero, a decir verdad, no había necesidad de comprobar nada ya que era claro que estaban hechos el uno para el otro. Y de esa manera, los dos se dejaron llevar por las olas del destino.

Cierto invierno, debido a una fuerte gripe que se extendió como una epidemia, ambos pasaron varias semanas en cama, bordeando la frontera entre la vida y la muerte. Como resultado de las fuertes fiebres olvidaron todos los recuerdos del pasado. Cuando despertaron su cabeza estaba más vacía que la cuenta bancaria de D.H. Lawrence en su juventud.
Sin embargo, como los dos eran chicos inteligentes y constantes, se esforzaron al máximo y consiguieron volver a tener una personalidad propia y a vivir de nuevo en la sociedad. Pudieron volver a ir en metro y a cambiar en la estación adecuada, aprendieron cómo echar una carta por correo urgente, y él conoció a su pareja con un 75% de compatibilidad mientras que ella conoció la suya con un 85% de compatibilidad.

Y así, el chico cumplió 32 años y la chica cumplió 30. El tiempo había pasado sorprendentemente rápido. Entonces, en una mañana clara de abril, el chico iba por un callejón de Harajuku de oeste a este en busca del café de media mañana, la chica caminaba por la misma calle de este a oeste dirigiéndose a correos para comprar un sello de correo urgente. Los dos se cruzan en el centro de la calle. Por un breve instante, los recuerdos perdidos iluminan débilmente sus corazones.
Para mí, ésa es la mujer perfecta al 100%.
Para mí, ése es el hombre perfecto al 100%.
Pero la luz de sus recuerdos era demasiado débil para iluminar las palabras de hace catorce años.
Se cruzan sin decirse una sola palabra y desaparecen entre la muchedumbre.

¿No crees que sea una triste historia?

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Esto es lo que debería haberle dicho.

[1] Harajuku es una de las zonas juveniles de Tokyo. Takeshitadouri es la calle principal y suele estar llena de gente, en cambio, las callejuelas paralelas no están tan abarrotadas.